Marcos 1:40-45
Si te detienes a pensarlo, de los versos previos en Marcos se desprenden muchas posibilidades acerca de las historias que este hombre con lepra debió haber escuchado (ver Marcos 1:16-39). Oh, y la esperanza que todas esas historias seguramente despertaron en alguien que se sabía bien ser un caso perdido.
Bueno, y esto fue así al punto de que hizo lo que para nosotros podría pasar desapercibido de leer estos versos con prisa - ¡se acercó! Dicho acercarse es tan sorprendente. Este apunta a todas las posibilidades que este hombre habría comenzado a entretener en su corazón.
“¿Y qué tal si él puede ayudarme? Pudo ayudar al endemoniado de Capernaum, y en la casa de Simón aquella fiebre desapareció al instante. Incluso supimos que momentos más tarde realizó una sanidad en masa que abarcó todo tipo de enfermedades. Si alguien puede hacer algo por mí, ese tiene que ser Jesús. Más, si no me acerco... ¿pero, y qué haré si con razón le repugno? Él puede sanarme, pero quizás no quiera; capaz que ni siquiera se permita a sí mismo el tenerme cerca. Después de todo, ¡mírenme!, a quién puedo engañar - soy un leproso. No podría culparle si él no quiere tan siquiera mirarme.”
“¿Acercarme nuevamente a alguien limpio? Apenas recuerdo la última vez. Además, casi me matan. Las piedras que me alcanzaron entonces por poco consiguieron salvarme de mi miseria. Pero, si no me acerco ahora. Él puede sanarme, y pareciera que sólo él puede. Dios mío dame el valor para acercarme. Si soy honesto, aún a mi mismo me cuesta tolerar mi apariencia. Es más, si hubiera tenido incluso el coraje ya hace tiempo que habría acabado con todo. Pero él definitivamente no parece ser igual que los otros.”
Un hombre con lepra se acercó.
En el nuevo escenario del distanciamiento social, esta historia ha llamado enormemente mi atención. De pronto a todos nos preocupa acercarnos, o a esos efectos, el que otros se nos acerquen.
Qué pasaría si aquellos que conformamos el cuerpo de Cristo comenzáramos pidiéndole a Dios (buscándole ardientemente y sometiéndonos humildemente a él), que vuelvan a escucharse entre nosotros historias como las ocurridas en la casa de Simón (Mr 1:29-34). Historias que consigan llenar (a quienes necesitan de su ayuda hoy día) de la esperanza suficiente como para considerar siquiera la deseabilidad de acercarse a nosotros, el cuerpo de Cristo. Sea el acercarse de una manera que tiene presente la prudencia del distanciamiento social. Y aún si llegare a tratarse de aquella que expone a veces nuestro todavía predominante miedo a morir.
Por su Gracia, Dios haría así que muchos de nosotros fuésemos capaces de hacerles suponer a miles y miles de conciudadanos que en realidad podemos ayudar. Y cuando eso suceda, ruego a Dios que nos dé por medio de su Espíritu, el amor y el poder para ministrar su paz y su ayuda a quienes desesperados finalmente se animen a acercarse, superando las aprehensiones que históricamente les proponen no hacerlo.
Que mucho dice de Jesús, el que aquel hombre se le acercara. Y qué mucho dirá de Jesús, el que hoy día, al procurar Su bendita ayuda yendo a los suyos una crisis tras la otra, muchos se le sigan acercando.
Les amo y oro por ustedes,
Pastor Javier Gómez Marrero