Les animo a leer Juan 15:17-25, y a meditar conmigo acerca de uno de nuestros valores más celebrados, y que es destacado con la letra M (de Misión) en nuestro acróstico C.O.M.P.R.U.E.B.A. Antes de hablar de nuestro celo por alcanzar a los perdidos, vale la pena recordar uno de los aspectos más obviados respecto a ello. Me refiero a la significativa verdad develada por Jesús acerca de que este mundo se caracteriza por el odio, al punto de odiar incluso a Aquel que solo le ha dado razones para amarlo. Y si el mundo sabe odiar a quien solo merece ser amado, necesitaremos tomar nota de qué es lo único que podríamos esperar de un mundo lleno de semejante odio irracional: "Si me odiaron a mí, los odiarán también a ustedes." Este es un mundo que no conoce a Dios, y que necesariamente actuará muy distinto a Él. Es causa y efecto.
Aquello a lo que el mundo llama amor es muy distinto a lo que Dios llama amor. Para la persona promedio en el planeta, amar consiste en mostrar simpatía solo hacia quienes son como ella. Este mundo mirará con sospecha al resto. Entienda esto bien, solo una cosa conseguirá mover nuestras rígidas entrañas (inclinadas naturalmente a la apatía) hacia un auténtico interés por esa otra persona tan distinta a mí; ¿qué cosa es esa?: experimentar el amor verdadero. Y sólo el evangelio bien comprendido conseguirá saturarte de dicho amor. ¿Qué es el evangelio? El evangelio es Dios haciendo por ti lo que no puedes hacer por ti mismo. El evangelio es que eres más malo de lo que habrías podido sospechar jamás pero que eres más amado de lo que te habrías atrevido a soñar jamás. El evangelio no es obedece y serás aceptado, el evangelio es eres aceptado por lo que Dios hizo en Cristo a tu favor, y es eso lo que despierta en ti todo este caudal de agradecimiento y pasión inagotable por hacer sonreír a Dios. Nosotros amamos porque se nos amó primero. Es causa y efecto.
Y la persona promedio en este planeta no conoce ese amor, porque no conoce a Dios. Quizás ha escuchado el evangelio pero este aún no le amanece, ni necesariamente lo ha visto en acción aún, al menos en alguien de carne y hueso.
Esto apunta a mucho más que a sólo decir que el mundo odia a los cristianos por ser cristianos, y por supuesto que está eso ahí, pero hay mucho más ahí. Esto apunta a decir que 'odiar' es el 'modus operandi' del mundo.
La ingenua idea de algunos cristianos es que si nos comportamos de cierta manera lograremos que el mundo no nos odie. Ellos razonan que el odio del mundo hacia la iglesia es necesariamente síntoma de algún defecto en el amor y en la actitud de la iglesia hacia el mundo. Y aunque demasiadas veces esto pueda ser parcialmente cierto (porque la iglesia muchas veces no funciona bien), ciertamente la meta nunca podría ser que el mundo no nos odie. Aquello de lo que sí deberíamos asegurarnos es de que al menos lo haga, como lo hiciera en el caso de Jesús, ¡sin motivos justificados para hacerlo!
La causa matriz para la persecución es esta: que no conocen a Dios. Así que no tienen de otra sino odiar. Todo lo que la persona promedio en este planeta percibe diferente de sí, lo rechazará, lo acosará, lo acusará y lo odiará, pero es porque no sabe amar. Y cómo podría, si no conoce a Dios. ¡Este maravilloso Dios nuestro es otra cosa! CS Lewis dijo: "a Dios yo no me lo pude haber imaginado porque Dios no es como nada que yo me hubiera podido imaginar". Este Dios que se nos revela en Jesucristo es otra cosa.
Jesús afirmó: "si yo no los hubiera expuesto a saciedad al auténtico carácter y anhelos de Dios, tendrían excusa para no conocerlo, pero yo hice todas estas cosas a plena luz del día". Dios se ha dado a conocer en Cristo; de hecho fue muy vocal y muy visible al respecto. Si de alguien se podría decir 'se hizo viral' sería de Jesús. Más ruido no pudo haber hecho, para arrestar nuestra atención. A veces se habla de ese obtuso ocultarse de Dios, deberíamos hablar más bien de ese abrupto evidenciarse de Dios en Cristo. Qué más visible y más obvio que eso.
En parte por eso, el que odia al Hijo odia también al Padre. Note bien algo, una de las cosas más tristes de la historia, es las muchas veces que personas han cometido actos burdos y atroces "en nombre de Dios". Gente supuestamente de Dios que en realidad no lo conoce, así afirme lo contrario. Gente que lo que toma y adora como a Dios no es sino una pobre versión de este. Y dicha ignorancia de la verdadera manera de ser de Dios se haría crudamente evidente en la manera en que enseguida tratarían a su Hijo. El que odia al Hijo, odia también a Dios.
En el mismo acto de supuestamente representar a Dios, muchos violan sin excusa válida alguna, precisamente aquello que Dios más representa. El que odia a otro, odia a Dios, aunque alegue amarlo. Lo que ama es a un dios hecho a su propia imagen y semejanza y no al revés. Haciendo y diciendo cosas que nada tienen que ver con Dios, alejando aún más a quienes Dios está buscando acercarles a Sí.
El que conoce a Dios por quien Dios en realidad es - ama. El mundo no ama porque el amor de Dios no le ha amanecido. Así que la pregunta nunca está supuesta a ser porqué el mundo no ama, lo que en realidad es altamente cuestionable es porqué en demasiadas ocasiones la iglesia no ama.
La existencia misma de la iglesia, cuando la iglesia funciona bien, es la más poderosa apología de la realidad de Dios. Porque siendo el mundo lo que es, un lugar lleno de odio, que apenas sabe algo de esa caricatura a la que se atreve a llamar amor, que no es sino egoísmo y lujuria, un mundo así no podrá comenzar siquiera a explicar cómo esa nueva comunidad forjada en Cristo, que aún teniendo todas las razones del mundo para no poder siquiera existir (dividida potencialmente en miles de pedazos), ¡aun así existe! Judíos y gentiles en la misma mesa, esclavos y libres, hombres y mujeres, zelotes y publicanos, ricos y pobres, extrovertidos e introvertidos, flemáticos y sanguíneos, lindos y feos, gordos y flacos, altos y bajos, blancos y negros, latinos y anglos; en la misma mesa. Personas quienes si no es por el amor y el poder sobrenatural de Dios, jamás estarían auténticamente juntos y en armonía. ¡La sola existencia de una iglesia que funciona bien es la gloria de Dios! Y esa misma iglesia sale a ese mundo lleno de odio y hace lo impensable: cruza al otro lado con el poderoso mensaje del Evangelio y ama a sus enemigos, pone la otra mejilla a quien le había golpeado en la primera, en vez de llevar la carga por una sola milla (a un soldado que le ha obligado a hacerlo) va y la carga por dos millas, y a todo aquel que le pide le da sin miramientos acerca de a qué comunidad, grupo, condición económica o ideológica pertenece. Porque esa iglesia conoce a Dios. Y cuando llega un vecino musulmán o quizás alguien que se identifica como homosexual a su vecindario, en vez de evitarlo y cuchichear a costa suya a sus espaldas, va y se presenta a su puerta y le comparte su número de celular y le dice que para cualquier necesidad o emergencia que se le pueda ofrecer, no dude en llamarlo. Porque usted conoce a Dios. Y si le preguntan, "pero si usted es cristiano y yo no, yo represento a esta o aquella comunidad, o usted es cristiano y yo soy ateo, o musulmán, o liberal, o lo que sea, entonces ¿por qué me ayuda?". Usted contesta, "¿sabes?, es que soy cristiano y nosotros seguimos a alguien que cruzó al otro lado, saltando todo obstáculo que nos separaba de Él. Es por eso que amamos incluso a los que no piensan como nosotros, aún si llegan a posicionarse como nuestros enemigos".
El mundo no dejará de ser un lugar de odio, pero la iglesia tampoco dejará de ser lo que está llamada a ser y a hacer, porque conoce a Dios. Alguien lo expresó así:
"En un hermoso salero de cristal, vivían (como habrán podido imaginar) miles y miles de granos de sal. La vida era grandiosa dentro del salero: cada grano de sal estaba rodeado por otros granos de sal, la luz que entraba a través del cristal lucía bellos matices, y todos vivían felices en el salero - protegidos de los peligros desconocidos del exterior. Un día, dos de esos granos de sal iniciaron una conversación (como suelen hacer los granos de sal). Y un grano le dijo al otro: "oye, ¿verdad que la vida es grandiosa? Estamos aquí, en este precioso salero sobre esta impresionante mesa de cocina, sin mayores preocupaciones. Todos aquí adentro lucen, piensan y actúan igualito que nosotros. ¿No es eso genial?!" En eso, el otro grano de sal respondió: “¿De qué te sientes tan feliz? ¿No te das cuenta de que cada cierto tiempo una mano gigante baja desde el cielo, levanta este salero y lo sacude en la dirección de aquel gigantesco caldero con sopa caliente? Cada vez que eso pasa, algunos de nosotros caemos en ese humeante caldero y no volvemos a saber de ellos.” En ese punto, un viejo y sabio grano de sal se acercó y los interrumpió. “Jóvenes,” les dijo, “es cierto que la vida en el salero es grandiosa y también es cierto que tarde o temprano todos seremos lanzados a ese enorme caldero de sopa caliente y ciertamente que nada de eso será muy agradable que digamos. Pero me consuela y me anima mucho saber también (como espero que a ustedes), que si bien es cierto que el calor de esa sopa hará enormes estragos en mí, también es cierto que una vez yo caiga en esa sopa - esa sopa jamás volverá a ser la misma".
Les amo porque los amo,
Centrado en el Evangelio,
Pastor