Amada iglesia, les saludo en el precioso nombre de Aquel que nos ama sin reservas. Aprecio muchísimo lo que hace cada uno de ustedes a favor de la causa más grandiosa de todas - la Iglesia de Jesucristo y su misión.
De hecho, la iglesia puertorriqueña experimenta tiempos duros en más de un flanco estos días. Uno de ellos está relacionado a la situación que vivimos como país. Ciertamente no vivimos días sencillos. Nuestra gente está asustada ante el difícil panorama económico que los medios nos presentan sin reparo todos los días. Además, algunos amados hermanos(as) han sufrido ya en carne propia los efectos de la complicada realidad económica. Nuestro corazón se mueve sensiblemente hacia estos, y hacia todas aquellas familias que alarmadas y llenas de ansiedad ante la situación, esperan lo peor. Como pastores, estamos seriamente interesados en todo lo que está ocurriendo, y orando a Dios por discernimiento y aliento para su amada iglesia.
Al respecto diré que, si ha habido un momento para que la Iglesia puertorriqueña
pueda apreciar la relevancia del Evangelio para la vida toda, este sería ese momento. Una de las cosas que vemos a Dios hacer una y otra vez con su Pueblo Israel, es exponerlo a situaciones donde le resultara imposible no ver la verdadera condición de su corazón. Por ejemplo, en el libro de Deuteronomio se nos dice que Dios llevó a su Pueblo al desierto "para saber lo que había en su corazón" (Dt. 8:2). Dios lo hizo con su hijo Israel y lo hizo con su Hijo Jesús (Mr. 1:12). Creo que tarde o temprano lo hará también con todos sus hijos. Los desiertos, como aquel en el que nos estamos adentrando ahora como país, hacen eso – nos fuerzan a mirarnos por dentro, bien adentro. Los desiertos nos obligan a mirar aquellas cosas que de otra manera posiblemente ni siquiera percibiríamos. Y esas son buenas noticias para nosotros. Lo son porque tras dicha profunda realización de nuestra realidad, Dios no persigue otra cosa que nuestra bendita transformación. Dios anhela con fervor que vivamos vidas mucho más profundas. Vidas que no se despilfarran en lo trivial. Vidas llenas de sentido, propósito y del más auténtico gozo. Vidas que pueden darse cuenta de lo que Dios hizo, está haciendo, y está por hacer en el Mundo, por medio de su poderoso Evangelio.
Una de las cosas que consiguen las crisis económicas, es ayudarnos a recuperar la cordura que las falsas promesas de las riquezas nos robaron. De pronto somos forzados a reconocer que no podemos vivir como si cada uno fuera una isla. La realidad es que nos necesitamos visceralmente unos a otros, y ni hablar de cuánto más necesitamos a Dios. A través de la dura experiencia de quien choca de frente con la realidad, llegamos a recordar que lo que más felicidad nos prodiga, estriba en la participación y disfrute de importantes relaciones. Especialmente aquellas que son medulares y que típicamente colocamos en suspenso por ir cada vez más rápido tras más cosas. Si no es por nuestras crisis y desiertos, seguiríamos en automático sin repasar siquiera un instante lo que nos está costando dicha prisa. En demasiadas ocasiones, incluso el Evangelio mismo es lacerado al confundírsele con una cosmovisión puertorriqueña que incorpora algunas de las palabras correctas del cristianismo, aunque sin el tiempo ni las energías ni mucho menos la atención necesaria para comprender lo que estas realmente significan. Y seducidos por el espejismo del supuesto control que toda bonanza económica sugiere, nos sentimos con permiso para tratar significativas porciones del Evangelio como opcionales, y no como necesidades vitales. No ayuda mucho el que por demasiado tiempo parecería que nos hemos estado saliendo con la nuestra. De ahí que asistamos al grupo pequeño o célula, solo si no tenemos algo más que hacer. Y de ahí también que compartamos recursos unos con otros, no tanto porque lo necesitemos sino porque así lo dicta el calendario, como cuando intercambiamos regalos navideños. Es por eso también que oramos tan esporádicamente, solo cuando sentimos perder momentáneamente "el control". Pero las crisis desenmascaran nuestros seductores espejismos, y nos colocan en el mundo que en realidad está ahí. Un mundo donde el Evangelio y sus profundas implicaciones son mucho más que un lujo del que podamos prescindir.
Amada Iglesia, cuando las tinieblas son más densas, más alumbra la luz. Jesús está edificando su Iglesia en PR, y créanme, Él no está improvisando. Su Evangelio es hoy día tan relevante como siempre lo ha sido. ¿Alguna vez te has detenido a pensar que cada vez que el apóstol Pablo quería que los cristianos fueran o actuaran distinto, solo les daba el Evangelio? Piénsalo, cuando Pablo quería que los esposos fueran mejores esposos, les daba el Evangelio – “maridos amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la Iglesia y dio su vida por ella…” (Ef. 5:25). Cuando Pablo quería que las personas fueran más generosas, les daba el Evangelio – “Cristo siendo rico se hizo pobre, para que nosotros en su pobreza fuésemos enriquecidos” (2 Cor. 8:9). Cada vez que Pablo quería que las personas pusieran en perspectiva su valía para Dios, les daba el evangelio – “si Dios no escatimó ni siquiera a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo pues no nos dará juntamente con él todas las cosas?” (Rom. 8:32). Pablo hacía esto porque sabía bien que el Evangelio tiene que ver con absolutamente todo. El comprendía a cabalidad que el Evangelio es nada menos que poder de Dios para salvar.
Y ese poderoso Evangelio tiene profundas implicaciones para nuestras vidas, produciendo además por sí mismo el mayor incentivo para procurarlas - nuestro más encarecido agradecimiento. Por ambas cosas es que Pablo dice en Efesios 4:1 - "...os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados...", y enseguida procede a pintar un retrato de una iglesia que funciona bien. Muy bien valdría la pena que miraras ese capítulo cuatro completo y lo leyeras varias veces con detenimiento, y quizás hasta de rodillas. Te haría un gran bien. Hablo desde la propia experiencia.De paso, la iglesia es también idea de Dios, y es por mucho una grandiosa idea. Sin embargo, no siempre parecemos estimarla como tal. Por ejemplo, permítanme aludir a una de las ideas que más daño nos ha causado respecto a la iglesia, por tratarse de un concepto defectuoso acerca de los dones espirituales, los cuales definen tantas cosas sobre ella. Siga conmigo, la idea defectuosa consiste en que los dones espirituales están siempre en función del culto. Ello resulta en que muchos puedan suponer que aquellos con el don de hospitalidad, lo utilizarán esencialmente en el culto, de ahí que nos contentemos con que sirvan como ujieres. Pero el don de hospitalidad es principalmente para ser utilizado allá afuera, en un mundo cada vez más inhóspito. Un mundo donde un escaso número de personas se arriesga a amar a quienes han caído en desgracia, abriéndoles sus hogares por una corta (o no tan corta) temporada; e incluso hasta abrazar la "descabellada" idea de adoptar a los más pequeños de entre estos. De la misma manera, el don de sanidad es para un mundo enfermo y roto. Un mundo donde la enfermedad hace estragos y pocos arriesgan la propia salud atendiendo vulnerablemente a otros. Igualmente, el don de repartir con liberalidad es para un mundo de escasez al mismo tiempo que tacaño. Un mundo donde pocas personas dan sin esperar algo a cambio. Por otro lado, el don de Fe es para un mundo donde sentimos que todos nos han fallado. Un mundo donde parecería imposible concebir que algún día podría por fin amanecer. ¿Y qué tal el don de enseñanza?, que es para un mundo sumergido en la más cruel de las ignorancias. Un mundo donde la verdad es sacrificada en el altar del libertinaje y el legalismo, donde guías ciegos caen en el hoyo, junto a los ciegos que les siguen. Como podrás notar, todos los dones espirituales son capacitaciones especiales para hacer posible la vida en el más hostil de los escenarios - la vida fuera del paraíso, nuestra vida.La iglesia es una comunidad como típicamente no se la experimenta en el mundo real. Una nueva comunidad que sabe vivir esa vida que es vida a todo dar. Aquella vida que ha sido potenciada por el poderoso Evangelio de salvación. Y es justo por eso que viven la vida como está supuesta a ser vivida gracias al Evangelio - ¡juntos!
No me mal entienda, no se trata de una comuna sino de una comunidad. Son personas que viven la vida juntos, aún si viven a una hora de distancia los unos de los otros. Si lo piensas bien, los dones espirituales representan significativos aspectos de la vida en sociedad - educación, seguridad, administración, salud, liderazgo, economía, etc. Al edificar su Iglesia, tal y como él mismo prometió que lo haría, Jesús crea precisamente una nueva sociedad, como prefiere llamarla el famoso teólogo John Stott. Y esa nueva sociedad vive de tal manera, que se constituye en sí misma en una convincente señal del Reino de Dios. No sólo el domingo en la mañana sino las 24 horas del domingo, y de cada día de la semana. En cierto sentido es una especie de nuevo país, si me permite ponerlo así. Todo esto para que los de afuera puedan ver en acción la cosa más maravillosa de ver, por su innegable belleza – una iglesia que funciona bien. Y para que, al verla, glorifiquen a nuestro Padre que está en el Cielo (Mateo 5:16).En esa misma línea, el fruto del Espíritu es nada menos que para un mundo así de oscuro. Piénsalo, estamos hablando de gozo, paz, templanza, dominio propio, fe, bondad, paciencia, amor, y mansedumbre. De más está decir que vivir en un mundo como este no producirá de por sí semejante carácter, más bien todo lo contrario. Pero es justo para un mundo como este que resultará tremendamente relevante advenir a dicho carácter. Y parte de la promesa del Evangelio, es hacernos participar de ese carácter aquí y ahora (ver 2 Pedro 1:3-4), precisamente cuando más lo necesitamos. ¿Acaso no son esas buenísimas noticias? Otra vez, el Evangelio tiene que ver con todo. Y es justo por tratarse de un milagro que por aquí decimos - la Iglesia (y la vida cristiana) es un milagro, nada se lograría sin el Espíritu de Dios.Preciosa Iglesia del Señor, es por todo lo anterior que les ruego, especialmente en esta hora tan difícil: centrémonos en el Evangelio. Al igual que Pablo, démosle todo el Evangelio a nuestra gente y, comenzando con nuestras propias iglesias, hagamos lo necesario con tal de que personas en todo nivel de edad puedan escuchar bien, entender mejor y encarnar más abarcadoramente el Evangelio. No cejemos nunca en nuestro empeño por ser una iglesia centrada en el Evangelio, llena del amor y el poder del Espíritu, para Gloria de Dios y gozo de PR y el Mundo.
Es cierto, es solo gracias al Evangelio que estoy lleno de esperanza. Y es por eso que le ruego a Dios que nos ayude a cultivar como nunca antes todas esas disciplinas espirituales que nos habilitan para escuchar al propio Jesús compartirnos una y otra vez el Evangelio. ¿Qué pasaría si llegáramos a convencernos de que el Evangelio es muchísimo más poderoso de lo que típicamente concedemos, y por ende mucho más profundo y más relevante de lo que sospecháramos alguna vez? Pienso que viviríamos irremediablemente enfocados en conocer y experimentar cada vez más plenamente sus revolucionarias implicaciones. Alguien lo puso así: el Evangelio no es sólo el ABC de la vida cristiana, es además el A a la Z de la vida cristiana.
Nada es más relevante para la difícil hora que atraviesa PR, que todo aquello que Dios tiene en su corazón decirnos. Y Dios no está improvisando un discurso nuevo, sus palabras para nosotros durante esta tremenda crisis son las mismas palabras que nos diera a través de Moisés, los profetas y finalmente a través de su mismísimo Hijo Jesús - el Evangelio. Démosle entonces fielmente a nuestra amada gente esas palabras que aún hoy (y especialmente hoy) dan vida eterna. Nunca nos graduamos del Evangelio. Y nunca agotamos todas las dimensiones de su verdadero alcance. Iglesia, en verdad tenemos un poderoso mensaje, con razón Pablo se propuso no saber otra cosa (1 Cor. 2:2). Es verdad, el Evangelio lo toca y lo cambia todo. Y es verdad, Jesús está edificando su Iglesia, nosotros solo seguimos órdenes. Oremos pues prestando así gran atención a lo que el Espíritu dice a la Iglesia.Les amo porque los amo,
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Su pastor