Amada iglesia,
Estamos amargamente consternados ante la terrible noticia del más reciente asesinato de una joven madre a manos de quien había prometido (y debía) protegerla. El dolor y la angustia de este acto atroz y de sus devastadoras consecuencias nos lanza un reto descomunal a todos los habitantes de este amado terruño; y en especial a la Iglesia. Todos debemos hacer algo.
Primero, debemos abrazar y sentir profundamente el dolor, la ira y las lágrimas que la enorme pérdida de una preciosa vida creada a la imagen de Dios merece. Está bien no estar bien. No debemos seguir con nuestras vidas enajenándonos inadvertidamente (o adrede) de semejante dolor. Abrazar nuestro duelo, duele, y demanda la inversión profunda de uno mismo. Temo que no nos damos el permiso para llorar nuestras pérdidas porque es un trabajo duro y doloroso. Y aquí todos hemos perdido; aún cuando ciertamente tres preciosas niñas, dos familias enteras y un sin número de amistades, han perdido muchísimo más que el resto. Se suman a estas, las familias de tres policías que recientemente cayeran en el ejercicio de su valioso deber, así como otras muchas víctimas del epidémico menosprecio de la vida que nos golpea como pueblo.
Amada iglesia, amado PR, tenemos demasiadas razones para abrazar estos dolores y llorar con los que lloran. Y aún llorar por nosotros mismos y por nuestros hijos... “porque si hacen esto con el árbol verde, que no harán con el seco.” (Lc 23:31)
“Oh precioso Jesús, ¡cuánto dolor, cuánta destrucción! Por favor, consuela de nuevo a este pueblo.”
Segundo, debemos examinarnos a nosotros mismos y abandonar todas las mentiras que hemos estado entreteniendo. Si tan solo pudiéramos finalmente admitir y apreciar cuanta razón tiene Jesús en cuanto a absolutamente todo. Si pudiéramos realizar todo lo que él significa para nuestra paz.
“Oh Dios, ni siquiera me atrevo a levantar la mirada al cielo mientras oro, y una vez más golpeo mi pecho en señal de dolor mientras te ruego: Oh Dios, ten compasión de todos nosotros, porque somos un pueblo pecador. Examínanos, oh Dios, y conoce nuestro corazón; pruébanos y conoce los pensamientos que nos inquietan. Señálanos cualquier cosa en nosotros que te ofenda y guíanos por el camino de la vida eterna”. (Sal 139:23-24)
Tercero, debemos ser una señal concretamente visible del Reino de Dios. En medio de toda la oscuridad que nos rodea, ¡encendamos una luz! Nuestro llamado y nuestra carga como iglesia es mucho más significativa y abarcadora de lo que a veces nosotros mismos realizamos. Somos la luz ¡del mundo!... “que nuestra luz brille delante de todos los seres humanos, para que vean nuestras buenas acciones y glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos.” Mt
“Oh Altísimo Rey del Cielo, Señor de los siglos y Soberano sobre el tiempo y la historia, concédenos un conocimiento tan sobrecogedor acerca de quién eres tú, de tal modo que nuestra confianza en ti sea inamovible. Concédenos además un entendimiento cabal de las señales de nuestros tiempos, de modo que sepamos cómo servir a tus propósitos en nuestra generación y ser así más verdaderamente tu pueblo en nuestro mundo este día. Para ese fin, oh Señor, avívanos una vez más, y acércanos más a ti y unos a otros. Donde persista una errada satisfacción en cuanto a la presente condición de la Iglesia, genera en nosotros un santo descontento. Donde hay desaliento, concédenos corazones renovados. Donde hay desesperación, pon nuevamente esperanza. Por amor a Tu Nombre danos poder para ser tu sal y tu luz en el mundo, y que seamos así la mismísima fuerza tuya en acción para adelantar tu causa de redención hasta los confines de la tierra. En el Nombre de Jesús, Amén.” (Os Guiness)
Y cuarto (aunque sé que apenas comienzo a tocar todo lo que estamos supuestos a hacer), debemos interceder por cuanta alma Dios tenga a bien poner al alcance de nuestra influencia:
“Oh amado Dios, llevo ante ti la vida de ___________. Quiero pedirte que _________ experimente tu infinito e incondicional amor inundando todo su ser. Ruego que le liberes de su enajenación de ti; hazle despertar de esa soñolencia que caracteriza al ser humano. Pido que rehabilites la salud interior de todo su ser. Dale temor tuyo, y dale poder para deshacerse de todo hábito destructivo. Restaura sus relaciones conforme a tu verdad de manera plena y real. Dale fuerzas para resistir la tentación reconociendo la mentira que se oculta detrás de esta. Dale valor para continuar enfrentando toda la severa oposición que se agolpa ante sí. Tengo su mejor interés en mente, y digo amén a la oración que tu Espíritu eleva a favor de él (ella). En el poderoso Nombre de Jesús. ¡Amén!” (George Buttrick)
Les amo,
Pastor Javier Gómez
Superintendente
Distrito de PR