A quien pueda interesar,
En estos días se discuten los proyectos del senado #184 y #185. Estos persiguen denunciar la violencia contra la mujer, o más específicamente la violencia de género, incluyendo implicaciones derivadas de esto último relacionadas con la salud mental, y proponiendo a su vez varios remedios. Ciertamente no podría estar más de acuerdo con la necesidad imperante de denunciar todo abuso de poder y maltrato, y de abrazar aquellas soluciones que estén en posición de provocar significativos cambios a esa triste realidad. Sin embargo, soluciones de esa naturaleza estarán necesariamente informadas por las más recientes
investigaciones relacionadas, y procurarán la mayor objetividad posible. Evitando de ese modo que nociones preferidas de cualquier tipo, nublen la perspectiva provocando conclusiones que se distancien del mejor resultado posible. Algo para lo cual, tanto la perspectiva así llamada religiosa como la irreligiosa que conviven en el país, necesitarán encontrar terreno común.
Al leer ambos proyectos, es evidente que sus proponentes han trabajado con justificada pasión en pos de resaltar, por un lado, la triste realidad que viven muchas personas víctimas de violencia, y por el otro sus profundas convicciones acerca de cómo el mundo sería un mejor lugar si consiguen lo que en dichos proyectos se proponen. Le sorprenderá saber cuán de acuerdo podría llegar a estar con algunas de sus preocupaciones, entre muchos ejemplos – la cruel tragedia del maltrato contra la mujer a manos de quien debería protegerla, así como la dura realidad de las inmigrantes en este país, especialmente en tiempos de Covid-19. Sin embargo, aún cuando concedo que los autores de estas medidas persiguen lo que en su propia estima es mejor para el país, también tengo que decir que difiero en parte acerca de qué es lo mejor para el país. Dicho esto, quiero añadir que, por momentos, la lectura de ambos proyectos me hizo reflexionar y confirmar las muchas cosas que necesitan cambiar en PR, cosas que a todos nos preocupan y competen. Mirar hacia otro lado no es una opción.
En general, una parte de la data utilizada en estos proyectos arroja luz acerca del terrible daño que la violencia siempre conlleva, y acerca de algunos causales que deben ser atendidos, así como de la urgencia que esto nos merece. Sin embargo, es también mi humilde observación que parte de la data presentada se basa en información que se deriva de una disciplina que más recientemente se encuentra en continua evolución, me refiero al campo de estudio dedicado a la sexualidad humana. Esto ocurre al punto de que un investigador reta o modula significativamente las conclusiones de otro(a) con asombrosa rapidez. (Ver – “Born that way” no more: the new science of sexual orientation.) Creando así cierta incertidumbre en cuanto a cuán robusta pueda ser la implicación derivada de aquel estudio que se quiera utilizar para proponer cualquier legislación. Y aún si insistiéramos, sugiero entonces que tengamos en cuenta conclusiones de investigaciones más recientes, así como de sus posibles contrapartes. Y es que, aunque nos cueste creerlo, parte de la nomenclatura utilizada en los proyectos en cuestión ya aparenta haber evolucionado o está siendo cuestionada (ver Sexual Orientation Is Not What You Think It Is en https://www.thepublicdiscourse.com/2020/10/72218/). De otra manera, podríamos terminar produciendo piezas legislativas parcialmente falibles y sino obsoletas desde su inicio.
Aplaudo con fuerza la buena intención que quiero suponer está detrás de estos proyectos del senado. Como un pastor cuya conciencia es informada y formada por el Evangelio, es mi responsabilidad y privilegio defender la dignidad intrínseca de todo ser humano. La equidad y la justicia es un valor del Reino de Dios. Demasiado daño se ha perpetrado ya, y tristemente parte de ese daño lo han cometido también personas supuestamente actuando en nombre de Dios. Y representándole así terriblemente mal, han alejado en el proceso a quienes Dios en realidad solamente desea acercar a sí (Juan 3:17).
Como pastor deseo ser parte de la solución a nuestros graves males sociales, incluyendo esto el combatir decididamente las destructivas mentiras llamadas racismo, machismo (y su contraparte), corrupción, injusticia y desigualdad, en cualquiera de sus crueles manifestaciones. Habría que comenzar ciertamente admitiendo nuestros propios pecados como país a ese respecto, y humildemente pedir perdón a toda persona que ha sido victimizada, ya sea por nuestra acción o inacción. Y es que el primer paso en la transformación de cualquier situación es la admisión de lo que está mal, seguido de un profundo cambio de mente, actitud y conducta con respecto a eso que está mal. Y siempre seré el primero en agradecer y celebrar la enorme y continua transformación provocada en mi propia vida por el inmerecido perdón de mis innumerables y bochornosos pecados. Entiendo además que otro paso importante sería poder producir soluciones de consenso que encarnen esa misma tolerancia que deseamos predicar a todo el país por medio de proyectos como estos.
Acerca de la posibilidad real de dicho consenso me gustaría destacar que, en la oración más famosa de todas, muchos de nosotros le pedimos a Dios que Venga Su Reino. Oración con la que estamos pidiendo, entre muchas otras cosas, que la justicia, la equidad, y la pureza sean la norma en todas nuestras relaciones. Imaginen lo que eso significaría para todas las transacciones económicas, relaciones laborales, sociales y familiares en PR. Pedimos también que llegue el día en que las relaciones internacionales sean generosas y dignas, y que desaparezca todo menosprecio y maltrato contra el vecino y la vecina, así como aquel maltrato cometido contra la niñez, la juventud, la vejez, la mujer, los más vulnerables, las otras etnias y la propia naturaleza (incluyendo los animales). En parte se podría decir que el Reino de Dios no es otra cosa que la maravillosa manera en que sería y se vería el mundo si Dios corriera el show.
Y aunque todos en PR no estaremos necesariamente de acuerdo en cuanto a cómo podemos llegar a conformar un mundo más justo, e incluso en cuanto a cada detalle de cómo se vería exactamente ese mundo, al menos concedamos que estamos más de acuerdo de lo que quizás suponíamos acerca de lo deseable de un mundo más justo. Por ahora, quiero hacer todo lo que esté de mi parte por crear las condiciones para que más personas tengan la genuina oportunidad de elegir vivir en un mundo así. Es por eso que continuaré predicando el Evangelio, pero también (y debido precisamente a ese mismo Evangelio) defenderé el derecho que tienen a diferir de mí quienes no piensan exactamente igual que yo.
A raíz de todo esto, respetuosamente deseo expresar que los proyectos del senado aquí aludidos NO consiguen lo que en buena conciencia este servidor puede apoyar. Por lo que invito a los honorables senadores a trabajar piezas legislativas distintas que atiendan estos apremiantes problemas, pero que más de nosotros podamos respaldar.
Con profundo respeto,
Pastor Javier Gómez
Superintendente
La Alianza Distrito de PR